En la senda escarpada de la vida, cual montañista en su ascenso,
cada paso es un acto de fe, cada respiro un desafío al viento.
Las pruebas, como montañas, se alzan imponentes, sin clemencia,
más en cada pequeña grieta, una bendición hallamos con paciencia.
Como el alpinista que, en su ruta, descubre paisajes sublimes,
nosotros encontramos en la ayuda divina razones que nos animen.
No son sólo las cumbres las que cuentan historias de victoria,
sino también los valles, donde se revela la más sutil gloria.
Jehová, como guía en la montaña, nos sostiene con mano firme,
en la tormenta y la calma, su presencia siempre nos confirme.
Nos invita a mirar las estrellas, a sentir la brisa en la cara,
a reconocer en cada detalle su amor, que nunca se separa.
Aunque la cima parezca lejana, y el camino lleno de incertidumbre,
la fe es el eco que resuena, prometiendo una cumbre.
Y en la quietud del crepúsculo, cuando el día a su fin se inclina,
nos preguntamos con gratitud, ¿qué bendiciones nos destina?
Porque incluso en la prueba, hay regalos que no esperamos,
pequeñas señales de cariño, gestos divinos que atesoramos.
Cada amanecer es una promesa, cada anochecer una enseñanza,
y en cada paso que damos, hay una huella de esperanza.
Así, con cada jornada, aunque la prueba persista,
busquemos esa bendición que, sutil, a veces no se avista.
Pidamos con humildad que la carga se alivie, que la prueba cese,
pero mantengamos los ojos abiertos a las maravillas que acontece.
Porque Jehová no promete solo un final feliz, sino un viaje con sentido,
una travesía donde cada prueba nos deja algo aprendido.
Y al final del día, cuando el sol se oculta y la noche se despliega,
agradecemos el apoyo divino, que como estrella, siempre nos llega.
Que cada día sea un reconocimiento de la mano que nos guía,
de la fuerza que nos presta, de la compañía que nos alivia.
Y aunque las pruebas sean duras, y el camino arduo y empinado,
recordemos que con Jehová, ningún esfuerzo es en vano.
Porque en la escalada de la vida, no solo importa la cima alcanzada,
sino cada paso dado, cada momento de lucha, cada batalla librada.
Y al mirar hacia atrás, veremos no solo un sendero de pruebas,
sino un camino de bendiciones, de fuerzas renovadas, de promesas.
Así que, montañista de la fe, sigue adelante, no desmayes,
que cada prueba es un peldaño, cada desafío un porqué.
Y en la cumbre de la existencia, cuando al fin mires hacia abajo,
verás que cada paso fue guiado, cada momento, un regalo.