Un Tropezón en el Duero
En la ribera del Duero
el que atraviesa a Castilla
de una preciosa chiquilla
me he quedado prisionero.
¡Por Maldonado y Padilla
que la gitana es hermosa!,
ciertamente es vanidosa
porque pasó sin mirarme,
mientras que yo fui a postrarme
a sus pies como a una diosa.
De León era esta Rosa
quien cruzó en una barquilla
por las aguas de Castilla
con salero y muy garbosa.
Y aunque suene cosa ociosa
la seguí por un buen trecho,
pues albergaba en mi pecho
la ilusión de una sonrisa,
porque bien vale una misa
el que despierte en mi lecho.
Pero andaba el diablo holgado
pues me vine a tropezar
y la hice carcajear
cuando me ha visto tirado.
Bueno, al menos ya he logrado
que ella se fijara en mí,
ya sus labios carmesí
dejaron brotar un beso
y debido a tal suceso,
de pronto me enloquecí.
El beso no fue el motivo
pues no ha sido para mí
fue que cuando me caí
vi a sus ojos expresivos.
Y por ello ya yo vivo
recordando a esa chiquilla
por quien caí de rodillas
prendado de sus ojazos,
aunque me diera un porrazo…
en el Duero de Castilla.
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