No he catado el cielo, y aunque desconozco el perfume de los angeles, quizá huelan a ti...
Aún así, suelo percibir mínimamente detestable, tu incrustación en mi pecho, la delectación cruda hacia tus abismales y fuliginosos ojos dulces.
Y, Asi mismo, adoraría, subastar mi alma hacia tus diantres, exponerme sacrílegamente a tus ánforas de carne, y saborear el infinito de tu predatorio fulgor.