A LO DIOS MENOS CUARTO
puse el cielo en el grito
y calló por tu propio beso;
salida sin callejón
con la que fui a descorchar
la felicidad del secreto.
Y ahora,
que se me hace el agua boca,
junto el comer con el hambre de ganas.
Y ahora,
lleno de pecho el corazón,
comienzo a ver,
en ese horizonte tuyo,
los ojos con otro mundo,
y a piel de flor.
Fuese un pero a la izquierda,
o miel de luna fuese,
púsonos obras a la mano,
pues con tanto amor de males
no es una pausa perdida
florecer de abrazos cruzados.
Y ahora,
que se me caen los pies al alma,
confío en que la duda surta afecto.
Y ahora,
contra el nunca de cuento acabar,
me arriesgo a izar
los ojos con otro mundo
menos allá del absurdo
de quererte más.
Tanto mientras,
otro mayo cantaría
entre estas paredes de reloj.
Tanto mientras,
llegaría, salvo sana,
la vergüenza que de cara se cayó.
Será que tiene el límite paciencia.
Será que montañas mueven la fe.
Porque ahora,
que también el ciego es amor,
quién no querría escoger,
como partida del punto,
los ojos con otro mundo
cada dos por vez.