Juan Sebastian Mena

Pasiones remotas

 

 

Perdonen, me disculpo si de pronto llegó a besarte fuertemente en esta sociedad tan intacta como una fruta pálida y muerta, tan solo quisiera disfrutar el reposo de mis labios maltratados en los tuyos que nunca besaron una boca tan fina, tan agrandada, tan dócil y tan extenuante. 

El pan para nosotros trajo hacía adentro viceras de una vieja campana, y juntos hacíamos una fiesta dentro de nuestras bocas, y tu lengua se me removía como un pez en el agua. 

Que va, ya no importa quienes observen a lo lejos nuestra loca pasión agigantada, todos mirarán con lujuria nuestros besos asesinos, que acechan sobre ellos cazando sus ilusiones fragantes.

Tus muslos se suben sobre mi como una colina, y aprieto tu pecho tan fuerte que rechina tu voz de alfarera, y sueltas un grito de rencor sobre las puntiagudas montañas.

Tengo una invasión sobre mi, resulta que tú vestido se alza como dos orejas del perro que caza, perro que cae, cae duro sobre mis rodillas y mi corbata desaparece, y mi traje tiene una mancha verde.

Ya no tengo manos, sino un garfio, acecho sobre el racimo de tu cintura mi mano puntiaguda que cae del rascacielos de tu cabellera.

Cesan sobre nosotros el fuego infinito, que quemó con nuestras propias manos el amor que nace ya de esta fogata madrugadora

Y cae sobre ti una hoja que trae tu nombre en minúsculas.