En un páramo solitario vi caer la lluvia
sobre el destartalado capó de un coche
que ni siquiera recuerdo el nombre.
Sólo sé que por mis venas ya no corría
la sangre vital, si no que galopaba el
veneno que me insuflaste desde que me
besaste por primera vez . No apliqué la
lección que nos inculcaron desde la más tierna
infancia, que no es otra que vivir con los
ojos abiertos. Contigo los cerré y me
atravesaste con tu aguijón de ponzoña
maldad. Ahora estoy pagando mi deuda
con infinitos intereses. Me duele el alma
hasta decir basta y mis pies no son capaces de
bailar la rumba que marca la vida, sólo son
capaces de bailar el tango con la señora muerte.
Polonius