Ya está harta la luna
de que la mires y le hables,
de que le ruegues y le llames
la brillante oreja oscura.
Tantas veces te ha visto
apreciarla con dulzura,
con cansancio, con locura
parada o en el piso.
La luna se cansó de tus historias:
de la guitarra en la pierna,
del cielo en los ojos,
del aro en la lengua,
de la velocidad en las venas.
De tanto que contaste,
ya ha perdido la memoria.
Y si ya la luna lo olvidó,
entonces no queda otra
que empezar, aunque corta,
una nueva historia de amor.