Paco Pena

Podría llamarse Jesús

Los reproches colman sus oídos,
decoran su horizonte diario,
condicionan su destino
y van cosidos, como un forro,
a sus hábitos mas íntimos.
¿Si alguna razón hubiera para su censura?,
pues bien..., muy bien...
¿Pero si no la hubiera?,
muchísimo mejor.
¡Cain mato a Abel!
y aunque él no pasara por allí,
eso no le libra, de ser causante por omisión.
Que suerte tiene la gente
de poder tenerle a mano,
contar con un sedante de conciencias,
con un perenne sospechoso,
con la palabra culpable grabada, siempre, en la frente.
Tantos son los reproches
y tan numerosos los beneficiarios
que, nuestro atareado inculpado,
ha decidido reclamar 
que le condenen por todos sus actos,
por los buenos y por los menos malos.