Francesco Alaniz

Abstracto

Está por todas partes

y en ninguna a la vez,

rebosante  y carente,

rimbombante y altisonante,

constructor y desedificante.

 

Exótico fenómeno 

cuya fórmula, ni siquiera 

las leyes algebraicas 

pueden explicar y descifrar.

 

Se origina desde el seno más sutil

hasta las entrañas más ignominiosas,

y se gesta entre ternuras y hostilidades,

encausándose como cascadas de diferentes fuentes,

cuyo transcurso puede desembocar

en manantiales serenos

o cataratas abismales.

 

EL curso de la vida,

la línea de tiempo,

no tiene continuidad,

si el amor no es la constante 

en la unidad de medición,

pues es esta la inspiración,

que al alma nutre de pasión.

 

El amor,

que entre los diversos espíritus

confunso yace, al disfrazarce 

con distintos y seductores trajes,

como la lujuria,

la celopatía, la adulación,

encarcelando así a quienes creen que esas formas

son amar.

 

Comprender 

es únicamente conocer y reconocer,

que se suele escapar del amor,

me desnuda ante estas palabras

el egoísmo, 

ese que me ha hecho naufragar

en la isla del ensimismamiento.

 

El amor no es romantizado,

y aunque suene adoctrinado,

es este martirizado,

desde la aceptación o la negación,

el corazón reconoce su misión.

 

Lejano de amar

y de sentirme amado,

abrazo el des-abrazo,

ese que me abraza de lo imbrazable,

de soledades, de angustias, de

sensaciones monásticas que encraustran,

pero que fortalecen las llanuras del alma, 

esas cuyos abismos, alcanzan tener luz

únicamente para el que la posee.

 

El amor fue,

es y será,

aun en el desenamoramiento de la vida,

la garantía y la fuerza

hasta el último momento.