Soneto de la I.A.
sobre la figura del abuelo.
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En el hogar, su sombra siempre brilla,
es sabio el abuelo, hombre de gran peso,
construyó su vida con gran esmero
su honor es la luz que el alma destila.
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Con manos callosas, el sol lo apela,
trabajador incansable, en exceso,
su paso por la tierra, un buen reflejo,
de un gran corazón lleno de nobleza.
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Caballeroso, en actos y palabras,
su risa abría el camino a la pena,
siempre entre sus seres, con su amor fluía.
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Le rindo homenaje con esta trama,
pues su legado en mí crece y no cesa.
El abuelo es, maestro, eterna guía.
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I.A.
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Sigue sin poner en su lugar las sílabas de ritmo,
mide bien, pero sigue mezclando
rimas asonantes con consonantes.
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Mi poema
En el vídeo está musicalizado
El abuelo
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Octavillas
Con el 1º libre, y; -aabbccb
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Encallecidas las manos
los surcos pueblan su frente
sin un sueño que le aliente,
al ocaso ya enturbiada
se dirige su mirada,
ante un silencio callado
que le recuerda el pasado
de una vida resignada.
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Añora su juventud
no justamente de flores
más bien penas y dolores,
recuerda como un clamor
cuando aun existía ardor
en su cielo de pasiones
y hubo un par de corazones
disputándose su amor.
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Se pregunta; ¿fui feliz?
y no sabe la respuesta,
¡si la sabe, no contesta!
Fue su vida un duro tajo,
vida de duro trabajo
para llenarse la cesta
sin alzar mucho la cresta
ni tiempo para el relajo.
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Así la pasó mi abuelo
como tanto y tanto pobre
peleando por el cobre,
sin tiempo para alegrías
no hubo rosas en sus días,
siempre salvando su nombre
aguantando vivió el hombre
del patrón sus tropelías.
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Veo en mi su fiel retrato
si miro a mi alrededor,
pues todo es de igual color
nunca cambiará la cosa
ni hay vida color de rosa,
el rico sigue a lo suyo
y el que nació pa´ capullo
nunca será mariposa.
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Mercedes Bou Ibáñez