Traes una ventisca ciega,
que se asoma por la ventana,
cerrada ella,
pues a soplar se niega,
ahora es polvo de estrella.
Somos misterio que mana,
tal vez del olvido,
tal vez de rocío,
seguramente ambos,
somos corazones noctámbulos.
Entra la mirada con ojos de ciénaga,
mezclando su piel con una luna eterna,
somos ambos; plenilunio y agua etérea;
ventisca que se entrega por vez primera,
cuál si éste olvido fuese primavera.