La lectura ha terminado,
los poetas se marcharon,
algunos se quedaron al trasnoche,
otros, con rumbo desconocido
improvisaron el ritmo del amor
pero la felicidad sigue estando en otra parte.
Nunca se escuchó la palabra, solo la palabra silencio
repetida por muchos, usada para todo.
Volvimos con la promesa de la camaradería
intuimos el placer estético, callada la angustia
pero la felicidad, escurridiza, se sigue evitando en las páginas,
y sobrevuela, cual espada de Damócles, esas citas sin escenario
esas ausencias pecadoras, esos fárragos sin sustancia.
Nunca acabamos de leernos del todo
porque nunca acabamos de entrar el uno en el otro,
siempre la cosa se trató de tachar el sentido
de corregir cualquier atisbo de coherencia
y propiciar la disonancia, merced a un impulso ciego,
una incógnita ardiente.
El tiempo y su plaga consumió las líneas
nuestras líneas, las que deletrearon esas noches.
Ya no queda romance, ya no queda futuro
porque nunca hubo Piedra y nunca fue Feliz,
solo hubo instante, mirada, pulsión
rima ebria al son de las canciones desaforadas.
La felicidad, esa felicidad errática, gozosa,
que leyó la noche entera
que bailó arrebatada
y despertó hecha un astro
sigue estando en otra parte.
La lectura ha terminado
la poesía se ha marchado
la fiesta nos partió en dos.
De ti, de mí, ya nadie se acuerda.