Mi herida aclama justicia.
Sangra cada milímetro de piel y carne, conocí la vulnerabilidad en su absoluta escena.
Todo se sumerge en el caos de sus palabras, todo se esfuma en un momento, momento de iracunda ira y sin rigor alguno al desenfrenado ataque de un sufrido.
Sus manos desencadenan el deseo de su negro y putefracto corazón, sus ojos son el portal de sus maldad.
Asalta a aquel que le amó sin contemplar su sombra malévola. Ataca en sobresalto y somete, no hay piedad en sus fuerzas, no hay que le detenga.
Una ligera esperanza sobresalta la supervivencia, y actúa la severidad de mi alma y de mi cuerpo.
Los minutos que transcurren no son reconocidos a través de aquel momento, todo pasa en un lapso aún no recordado por lo que encuentro en mi memoria.
Visualizo en destello mi partida, sin fuerzas, débil y cansada, irreconocible por mis propios ojos, y sin palabra alguna.