En el lienzo del pecho, una historia guardada,
un tatuaje sincero, que el tiempo no apaga.
Tinta de recuerdos, esa huella de amor,
marcada en sus latidos, susurra el dolor.
Cada trazo un suspiro, cada línea un lamento,
en la piel del alma, un eterno tormento.
Un amor que se aferra, que duele y que abriga,
como fuego sagrado que el frío mitiga.
Bajo la luz del ocaso, la sombra se alza,
dibujando en sus formas, la risa que abraza.
Recuerdos que vagan, en la piel y en sueños,
un tatuaje eterno, tejido con empeños.
En los días oscuros, su brillo reluce,
un mantra, un refugio, donde el dolor se reduce.
Las noches de estrellas saben su confesión,
un eco constante, un renacer en la razón.
El arte de vivir, en cada cicatriz,
en el corazón late, el amor que perdiz.
Tatuaje tan fiel, que no se desvanecerá,
será siempre un refugio, donde el amor reinará.
“Serl”