Me encantaría mantenerte lejos de mi pecho, angustia,
y sin embargo no puedo.
Algo me atrae hacia ti,
como si fuesen las caderas de un ensueño
que horadan la lujuria de la noche
y abren ventanas que yo no cierro.
Quizás mi arrojo y mi soberbia
sean las dosis amargas del recurrente misterio,
musa consorte de las mil dudas
compañía infinita hacia donde las almas
buscan su propia identidad y sosiego.
Me encantaría poseer y disfrutar
la calma y el reposo de tu pasión, ternura,
y sin embargo no puedo.
Algo de ti me torna inseguro
que me aleja y vulnera
como la culpa invisible de lo que debo y temo.
Sin ti, me vivo lejano y frágil
como una máscara de humo y fuego.
Te confieso, ternura que, en la intimidad,
te besaría en mi jardín
invitándote a la virtud de la piedad y de la luz
que solo ante tus ojos
lo autentico exhibe su corona.
Si no apareces, me enredo entre huracanes
desangrado por dedos con espinas
y la seducción del desenfreno
en esos momentos sin brújula y sin un bies de voluntad
de lo cual preciso liberarme con urgencia
y ampararme invisible entre tus sombras
entregándome al amor y su consuelo,
en un rito de infinita y merecida autocompasión,
y sin embargo no puedo.