Veo a las olivardas
despedirse de mí.
Voy a realizar un sueño.
Embobado en la ventana
como un niño y su primera vez.
Quizá así lo es.
He decidido ser papiro blanco
y que el amor escriba
el aquí y ahora
donde nada es imposible.
La divinidad se expresa,
el todo ya esta aquí
entre líneas.
Se escapa a la mente
ya que él ve a la mente
y la dirige.
Debo rendirme a este viaje,
ser valiente y confiar
en el maquinista de esta vida
y su eternidad.
Aunque la ciencia explique el interior del cofre,
la exposición y el tesoro le pertenecen.
Una vez más me asombro de sus vuelos
majestuosos en este atardecer.
Huele a otoño
y agradezco esta ternura templada
llena de sosiego
que hace ser todo.
Gracias, Dios,
no caben fotografías
ni palabras.
Es sinfonía estornina tierna
que suave despierta al corazón.
Grandeza y abundancia en estos vuelos azules.
Cobran sentido los sueños
al abandonar vanagloria del ego
y ser alegre por todos.
Ellos contemplan contentos
este cielo tan bello
que parece tinta desparramada
ordenada con tu pluma...
Caricias de miradas a este vacío,
siempre de todos es el ahora
donde reside el aliento de tu sanación.
Y sorprende ver maldad en el mundo.
Aún no me acostumbro
y es que esta luna llena...
Hasta ya hemos muerto.
Decidimos qué elegir vivir
de las mil posibilidades que acontecen.