Son esos ojos dos puñales que, me hieren al mirarme.
Un aciago día, me quedé embelesada, con su mirada.
Ya sé que los ardores existen y trate de no animarme.
Ese Fausto día, en verdad, que me quedé anonadada.
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Estuve un tiempo analizando, la seña de su presencia.
Le comenté a mi amiga: Oye, me tropecé a unos ojos.
Ella se rio y dijo: ¿Y acaso no sucede con frecuencia?
Sin pensar contesté:¿Será que yo pongo los cerrojos?
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A mi respuesta, le busqué el sentido inmediatamente.
¡Oh, qué nadería! Pensé: No eran los ojos era Él todo.
La verdad fue que, ese tío, sí me impactó seriamente.
Algo pasó, Él se presentó, con el apodo de: “El Tano”.
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¡Mi testa razonadora giraba:“Mirá vos es Argentino”.
Lo que se es, no se oculta y en el descifrado yo atino!