Nuestro lenguaje es de los antepasados,
hablamos con sus palabras, su acento, tono, ritmo,
connotaciones, ...
Al crear textos escritos,
se es otro,
uno pasa a segundo plano,
en ese momento se expresa
un Dios borrado,
el fruto es seco, ajeno, intemporal,
el que escribe no es él,
imposible que lo sea;
por tal y más,
los principales hombres de la historia de Occidente,
íntegros, cabales, ...
usaron solamente la palabra oral,
que es la palabra viva
situada en tiempo y lugar frente a otros
que les pueden rebatir,
dialogar, interferir ...
Esa palabra viva establece trascendencia,
cruza fronteras, llega a lo más hondo;
Sócrates y Jesús lo sabían
uno estableció la racionalidad de juicio, ...
el otro el amor, el desprendimiento, ...
Un tercero,
Platón,
lo sabía,
lo intentó en sus primeros
pasos por la Filosofía;
la tentación lo superó.
De la misma forma los recitadores,
cantantes, la prensa escrita, el cine,
gran parte de la TV, ...
son falsarias, no les es propio
lo que presentan,
no están involucrados
en tiempo y lugar siendo ellos mismos
delante un otro que pueda debatir.
Los escritores, pierden su propia vida
mientras escriben, incluso Shakespeare
representando sus obras
en el teatro.
La música en cualquier medio
pierde el halo de la existencia.
Posiblemente el Jazz delante de un público
sea la única música realmente trascendente.
Mozart, McCartney, ...
al interpretar su propia música en un auditorio,
se acercan algo
si hacen variaciones exclusivas sobre el mismo tema
nacidas de su inspiración en tales momentos.
Somos poetas muertos.
* Lo vivo nunca se entera que está muerto.