Tu recuerdo, cual sombra fría y densa,
se cierne sobre el hueco de mi ser,
y en la penumbra donde nada piensa,
late mi corazón sin más poder.
Te veo en cada esquina de la vida,
fantasma que me arrastra sin razón,
y en cada cicatriz mal encendida,
me envenenas con negra obsesión.
El aire, que de ti se ha impregnado,
me asfixia, me sofoca en su prisión,
y aunque el tiempo me arrastre desolado,
no hay tregua para esta maldición.
Te fuiste, pero nunca te has marchado,
sigues siendo la sombra en mi rincón;
tu ausencia, como un puñal clavado,
me vacía el pecho y el corazón.
Y así, entre la sombra y el suspiro,
sin luz ni esperanza en el umbral,
tu recuerdo es la sombra en que deliro,
es la cruz que me ata en un vaivén sin final.