Sí, volví de nuevo a aquel lugar, donde había dejado colgada mi sonrisa antes de irme. Estaba algo cambiado el lugar y no solo por la nueva administración, el ambiente parecía distinto, el olor de los cigarrillos era como de nostalgia y el viento traía el sutil susurro a olvido. Mi sonrisa debería de estar por algún lado y bien sabía que tenía que recuperarla, quizá a ti también y esa noche.
Abrí la noche con aquella canción nuestra; SOY LO PROHIBIDO; busque tus ojos tristes en la ansiedad de la noche, en los minutos de la canción. Poco a poco el calor empapo mi cuerpo y mente de esos recuerdos. Nuestro baile después de cerrar el café. Tú boca como copa de vino tinto de donde bebíamos y gustaba derramarla sobre tu pecho ardiente y listo para esa noche..
A ti no te gustaba esa canción, y menos cuando yo le llamaba autobiografía. Odiabas al Pirulí y su forma de cantarla, Te gustaba aquella otra italiana que cantabas a mi oído cuando bailábamos lento y repetimos el estribillo “Te haría el amor como el viento que susurra entre las hojas de los árboles, suave, delicadamente, apenas tocándote pero con amor, mientras pasa el otoño”
Creo que gran parte de tu sonrisa erótica de esa noche, se quedó en el lóbulo de mi oreja, donde ha vivido todo este tiempo y que de tarde en tarde, me susurra un amor vivido en el tiempo que duro una canción, que nuestros cuerpos erotizados, prefiriendo vivirlo así, antes de escribir un poema, en tu espalda, muy cerca del lunar, que jugueteó, besando su camino con mi mano.
La noche, ya está despidiendo el derrame de una pasión. Tu eres la noche, con su misterio, su pelo y piernas largos, con dos robustas senos como queso para este ratón, que no escatimaría ningún riego por regocijarse en ellos antes del alba. Yo ese triste bohemio dueño de una guitarra y un perro, algunas canciones, una voz y amores como pétalos de margaritas deshojados.
LENNOX
EL QUETZAL EN VUELO