Vasile Serban

La chica de mi sueño

En el delicado crepúsculo de un otoño bellamente encantador que comienza, a la orilla del lago que refleja en silencio la corona de los árboles, vislumbré tu silueta, inmersa en la melancolía de los pensamientos.

Mi mente se agita ante la visión de ti como los ríos al borde de la primavera cuando la nieve de las cimas de las montañas decide fluir ladera abajo.

Parecías no pertenecer a este mundo, pero yo, de manera responsable, te reconocí como de la Tierra; los ángeles de los cielos no pueden ser tan melancólicos.

El encanto místico que emanaba de cada poro de tu ser me recordó la época de las diosas griegas cuando el hombre lúcido fue testigo silencioso del espectáculo de las pasiones celestiales.

Como sombras inquietas, la moralidad y la inmoralidad lucharon dentro de mí, buscando una solución para enmascarar el murmullo culpable del corazón que nunca dejó de asombrarme con sus latidos.

Los susurros culpables del corazón parecían convertirse en un rugido intenso, profundamente afectado por tu imagen, que yacía desconcertada a la luz de mis ojos.

¿Creé tu imagen a partir de las ondas cargadas de arrepentimiento de amores pasados o por la debilidad sentimental de mi corazón herido?
Lucho con los demonios virtuales de una conciencia que se arrepiente del pasado, o podría ser que la naturaleza, en su majestad, otorgara a alguien tal belleza.

Al decirte algo, habría querido salvarme del remolino de lo irreal, pero no pude expresarme.
La magia que rodeaba tu ser me ofreció solo una escapatoria... el despertar...