Me estoy destrozando por dentro, intentando solucionar problemas que no son míos y sobre los cuales no puedo mediar. La injusticia, la ira, el odio… Tantos sentimientos que no me pertenecen, pero que aun así me rodean constantemente. Susurran sus lágrimas a mi oído y me piden que los deje morir, que ellos no quieren estar más aquí, que solo buscan la felicidad como la buscamos todos.
Viven decepcionados y acuden a mí, pero yo no sé qué hacer, no hay mucho que pueda hacer. Acuden a mí, pero no me escuchan, ni se plantean en lo más mínimo, atender a cualquier idea que pudiera venir de mi persona. ¿Para qué acuden a mí, entonces? ¿Con qué fundamento? Estoy cansado de escuchar problemas que no son míos de gente que no pretenden dejarse ayudar, seres que solo buscan autocompasión. Sostienen con la fuerza del necio sentimientos de un héroe trágico que vive constantemente en un mundo que lo aprisiona y cohíbe. Señor de lastimeras vivencias, personaje incomprendido, agente desvalido al que su esfuerzo jamás fue, es, ni le será reconocido por nadie… Vaya tontería.
Tan cerca estoy de mandarlo todo a la mierda que un día, en un arrebato de gris cordura y transparente locura, con el corazón ya endurecido, lo hago. Lloran y gimen, pero no hacen nada, son seres de inerte pensamiento que siente que toda su vida gira entorno a un solo eje, un eje que va a media marcha, el eje de una máquina que esta descompuesta, que medio avanza, pero que parece, pronto va a dejar de rodar.