burgense

Sergio

 

Escala montañas de esfuerzo

 con sus piernas de acero.

 

Nada océanos de empeño

con sus brazos de hierro.

 

Cabalga sobre dos ruedas de viento

 y hace sencillos abruptos senderos.

 

Su corazón se sale siempre del pecho 

y lo regala cada día, completo.

 

Por su cabeza circulan audaces

miles de estrellas fugaces.

 

Cien semillas le brotan de cada pisada

con vocación de llegar a ser plantas.

 

En sus manos estalla la alegría 

y  triunfa furiosa la vida.

 

En sus ojos brilla siempre la luz

curiosa de una eterna inquietud.

 

Se baña en el aire y el sol,

y ama del mundo todo su color.

 

Resulta irresistible no entregar

todos los brazos a su amistad.