Áspero mandil de espinas
adorna mi cintura desquebrajada e inútil,
y que sin dificultad,
se seca y se enrosca
con hostilidad
en mis ancas ya viejas y huecas.
El aire sale de mí con afán
y sin apremio de regresar.
Mi piel me pesa,
mis entrañas rasguñan
hasta mi garganta.
Mi voz huye y quedo muda.
Quiero vomitar, quiero dormir.
Lagrimeo sin gracia.
Contemplo mi cuerpo asqueada.
Todo me pesa
y mis adentros gritan:
¡trasquílate!
Psicosiada y harta,
con todas mis fuerzas,
me arranco la piel
como un animal hambriento.
Sangre y carne
pasan por mis labios
sin sabor alguno.
No hay nada, no hay gloria ni paz.
Mi carne yace indiferente en el suelo.
Siento que me mira, siento que se ríe de mí.
Pérfida, me susurra, pérfida.
Miro con cautela mis manos,
enteras, con piel.
Otra vez vino por mí.
Otra vez, otra vez resistí.