Alberto Escobar

Esa grieta...

 

Por la grieta
entra la luz,
solamente...

 

Un chasquido...,
al aire, extenso, perdido
por entre el oxígeno, 
el nitrógeno, el algo de vapor
y otros aires que lo contienen,
y ese sonido, cual heraldo,
anunció una rotura, una crisis
y lo que esta lleva en su étimo:
oportunidad y cambio, y por ahí,
como agua que espera hueco, 
entró toda la luz del mundo, mas
no esa luz de las casas por la noche,
esa artificial, no, sino una luz rara,
desconocida en sus fuentes, que cielo
a través llega y aclara los nubarrones. 
Un chasquido, o, en cualquier caso,
un sonido no acostumbrado a mis oídos,
arpegio de notas que me puso alerta,
algo pasa, debe de ser el inicio de algo,
un punto de inflexión de algo inimaginable
por grande —eso me autoengañé—, y pensé
en mi manía persecutoria por divinizar 
todo lo que me ocurre, por providencializar
hasta lo más nimio, lo más corriente, cual
si yo fuera un dios en la tierra, un ser excepcional
—que no lo soy, porque solo tengo el valor
de ser humano, como dijo mi paisano Antonio—. 
Otro chasquido, consecuente, al lado del anterior,
se despidió a un nuevo aire como escopeta rota,
como si el gatillo, en exceso sensible, fuera un resorte
inútil, indigno de ser fruto de la inteligencia humana,
como un deshecho orgánico de un neuronaje, como
un error en la cadena de sucesos que explica lo que soy. 
Pues eso, amigos, tonterías, mero relleno de un tiempo
que por fortuna sobra —aunque me pagan y bien, y vivo
sin temer a los finales de los meses, un privilegiado....—