Un día moriré y serán mis versos
como los buenos hijos que no tuve.
Como el vapor del agua en una nube
se condensa, por fin serán dispersos.
En el viento estarán por siempre inmersos.
En el ciclo sin fin que baja y sube.
En la noche absoluta, en la que obtuve
la luz de sus anversos y reversos.
Regresarán, y yo también, al aire
que sopla en el aliento de los vivos
y solo quedará este ego te absolvo.
Esta lana raída, sin pelaire
que teja más. Sin sueños ni motivos.
Cubierto por la nada. Polvo al polvo.
Miguel Ángel Miguélez
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