La verdad es un fuego que arde sin consumir,
una llama que se mantiene viva
en el corazón de quienes se atreven a mirar.
Nos revela que el mundo que conocíamos
era solo una sombra
una ilusión que nos mantenía presos
de nuestras propias creencias.
Al final, no es la luz lo que tememos,
es la libertad que ella nos ofrece,
la posibilidad de ser algo más
que lo que las sombras nos dejaron ser.
Y al cruzar la frontera entre la caverna y el sol
entendemos que siempre fuimos libres,
solo necesitábamos abrir los ojos.
La verdad es un fuego
una llama que arde
en el corazón de aquellos
que se atreven a mirar más allá
de las esquinas en penumbras.
Nos muestra que el mundo
que conocíamos
no era más que la construcción
de una prisión sombría
de una ilusión que nos mantenía
cautivo de nuestros paradigmas,
espejo de una llamarada
que nos mantiene en un infinito
letargo de retraso mental.
Al final,
No tememos a la luz,
sino lo que significa:
las puertas se abren
y como sostenemos¿ la libertad
en las manos,
la expectativa de cruzar el bosque
y encontrarnos
con nieblas entre las ramas,
y el canto de aves que no ves.
Cuando finalmente cruzamos
el umbral entre la caverna del bosque
y el mundo real,
descubrimos que la libertad
siempre estuvo allí, desnuda,
esperando a que abriéramos los ojos,
y encontrar nuestros pensamientos.