Lugubres raíces
que sostienen mi péndulo
de espera y des penas...
Hoja desdichada, que naciste para sufrir...
mas en el dolor, encuentras tranquilidad
en melodías de jazmín,
sin suerte ni amor...
solo lirios de paz...
El viento susurra tu nombre
entre las hojas marchitas,
un eco de recuerdos
que se desvanecen en la brisa.
La luna, pálida y fría,
llora sobre tu destino,
un trébol sin suerte,
condenado a la soledad.
Derrotado y desolado,
vaga por jardines hermosos,
cubiertos por el cuidado y el cariño
de seres celestiales, caídos del cielo...
Extrañado, duerme para soñar...
cual intrepido propósito...
anhela la visita de Cupido,
que nunca lo volvió a visitar
y lo dejó en bruma de espera.
En pleno vuelo a las estrellas...
se pregunta...
si los muertos pueden sentir,
extrañar y anhelar...
quizá sí...
porque en penuria ruidosa,
logro sentir aquel espíritu
que se deformó,
con el pasar del tiempo
y envejeció como niño
en flor juvenil...
Prosiguiendo su camino,
nunca más volvió al pastizal
que lo vio crecer
ni a ver las ramas
que en su crueldad cegada
dañaron con hondo \"amor\"
su estímulo infantil...
Ahora es una libre hoja,
desmargaritada en armonía triunfal...
Nadie lo encontrará,
porque su hogar hoy es...
los celajes añorados...
Alguna vez fui ese \"trébol sin suerte\"
que divagaba por caminos en polvo
y puentes ilusorios,
haciéndolo caer en tentación
de dejar sus sueños
para convertirse una vez más...
en un \"trébol sin suerte\".