Yeshuapoemario

No tengas miedo de las cosas que vas a sufrir. Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida (Apoc. 2:10).

 

En el albor de la eternidad, donde los cielos narran historias de antaño, se despliega el drama celestial, en versos de Apocalipsis, un canto. Filadelfia y Esmirna, congregaciones de fe, en sus mensajes hallaron, palabras de Jesús, el Cristo, que a la persecución desafiaron.

 

\"Temer no debéis\", les proclamó, \"a la prueba que os ha de llegar\",

pues la fidelidad, como joya preciosa, Jehová sabrá premiar.

En el libro sellado de visiones y sueños, Apocalipsis es su nombre,

se revela el día del Señor, un tiempo presente, que a muchos asombre.

 

Los siervos de Dios, en la tierra, enfrentan la adversidad,

en la promesa divina, encuentran su seguridad.

El capítulo doce de Apocalipsis, con misterio, nos habla de una guerra sin igual, en el cielo estalló, y los ángeles, en batalla, se vieron enzarzar.

 

Miguel, con esplendor, Jesucristo glorificado, su espada alzó,

contra el dragón, la antigua serpiente, y su legión enfrentó.

La lucha, intensa y feroz, en las alturas celestiales se libró,

y los enemigos de la luz, satanás y sus demonios, derrotados, a la tierra se les arrojó.

 

Allí, en el mundo terrenal, su furia y su rencor desataron,

y a la humanidad, con sufrimientos y dolores, atormentaron.

Más la visión del apóstol, en simbolismos ricos, nos enseña,

que tras la tempestad, la calma llega, y la esperanza se despeña.

 

Porque en la lucha entre el bien y el mal, una verdad resplandece,

que el amor divino, en su infinita gracia, siempre prevalece.

Y aunque la persecución, como sombra, a los fieles persiga,

la victoria final, en las manos de Jehová, eternamente se abriga.

 

Así, en la poesía de la revelación, un mensaje se desgrana,

que en la constancia y la fe, la recompensa celestial se gana.

Y aunque en la tierra, las batallas se sucedan,

la promesa de paz, en el corazón creyente, siempre queda.