Miguel Ángel Miguélez

Transido de silencio

 

 

 

 

 

 

 

Implacables, las horas se deshilan

en gélidos vaivenes de cristal

transitando el asfalto de mi boca.

Y este humo, que me esfuma hacia la nada,

se detiene al instante sobre ti,

estatua del ayer y de mi amor.

 

De la niebla que abruma en ti, mi amor,

las luces del recuerdo se deshilan

enhebrando el silencio que de ti

me llega y, gota a gota, del cristal

van fluyendo hacia el mar en el que nada

la ausencia lacerante de tu boca.

 

Es el cielo como un mármol en la boca,

es luna mortecina del amor

que demuele en el nácar de la nada.

Las lágrimas del tiempo se deshilan,

fina lluvia translúcida al cristal

que un día imaginó volver a ti.

 

Esa imagen me enciende en sed de ti,

y esa sed, abrasándome la boca

(crisol al rojo vivo en que el cristal

se funde en el infierno del amor),

es viento y sentimiento que deshilan

los días en que fuimos, y hoy son nada.

 

La noche me aproxima gris la nada,

transido de silencio escucho en ti

las notas discordantes que deshilan

mi nostalgia, que es hiel en piel y boca

que oxida el hierro ardiente de este amor

y quiebra el melancólico cristal.

 

Hoy te advierto de nuevo en mi cristal

cual luz que surge, aviva el agua y nada.

Candelabro evocado del amor,

ceniza que renace en mí por ti,

incienso derramado de alba en boca.

Recuerdos que, del cielo, se deshilan.

 

 

Se deshilan mis días al cristal

cual lluvia hacia tu boca, ya que nada

sin ti tiene sentido... ¡Oh, amor mío!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miguel Ángel Miguélez

León, España 12/12/2013

 

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