Tu voz se atora en mi voz cuando entre gemidos saludamos la noche. Aunque muda te quedes la entendería con el lenguaje de tus ojos, tu cuerpo es un instrumento musical el cual yo debo aprender a tocar, tu mirada es la cárcel donde reposa mi libertad.
Y cuando hago este poema, una figura tuya en el cielo se desvanece y la confundo con un ángel, que me despide. Luego el cielo se rompe para llorar de lluvia, pude mezclarla con lágrimas mías, mientras mantengo a mi alma sosteniendo esta pluma para este poema.
Mi espíritu busca la fragancia de tu esencia para soldarme en la eternidad de un beso perdido en la infinidad, sentir en ese beso que lo eterno era breve, sentir en ese beso lo breve que era el infinito. ¡Oh que efímero fue ese beso perpetuo!
La partitura de tu voz ni los mejores músicos la llegan a tocar y así un eco lejano resonó en un sueño que mi conciencia captó un instante. Que de tus manos juntaste un poco de agua y se volvió el elemento más puro en todo el universo, pero más puro fue tu voz que hizo una onda vibratoria en el agua que de tus manos juntaste.