Lucio Mendez

La cierva (fábula)

Una cierva preñada, a punto de parir, se ve separada de la manada ante la emboscada de unas leonas que, al verla sola y con dificultades para correr, se lanzan en su persecución con el objetivo de darle caza.

Tratando de salvar su vida, la cierva huye a la desesperada hasta que llega a la orilla de un gran lago. Jadeando por el esfuerzo, gira la cabeza y observa a las leonas a punto de darle alcance. Sabe que su única opción de supervivencia es lanzarse al agua y nadar hasta un islote que hay en el centro del lago. Se encuentra agotada por la huida y en su avanzado estado de gestación, no sabe si se quedará sin fuerzas antes de alcanzar el islote. Además, es consciente de que en el lago hay cocodrilos, añadiéndole un grado más de riesgo a su situación, ya de por sí complicada.

Ante la inminente llegada de las leonas, el instinto le lleva a lanzarse al agua. Aterrorizada, comienza a nadar y tras un largo esfuerzo, llega exhausta al islote. Se adentra unos metros en la tierra y sin fuerzas para mantenerse en pie, cae desplomada antes de quedar profundamente dormida.

A las pocas horas, habiendo recuperado el aliento, pare un hermoso cervatillo. Es consciente que el islote les brinda una valiosa protección ante los depredadores: los leones o las hienas no tratarán de nadar hasta allí, arriesgándose a caer bajo las mandíbulas de los cocodrilos, y los propios cocodrilos son muy lentos en la tierra y ella los escucharía acercarse aún estando dormida.

Eliminado el riesgo de los depredadores, la cierva se siente extremadamente feliz de ver crecer y dar saltos a su cervatillo por el islote, pero a los pocos días se le presenta un nuevo problema: El pasto del islote se agota y se queda sin alimento. Ante este contratiempo, se ve en la necesidad de cruzar a nado el lago para conseguir alimento en su exterior. Su cervatillo no puede salir del islote porque es muy pequeño para nadar con destreza, además de ser una presa fácil para los leones en caso de conseguir salir del lago. Por lo tanto, le indica que permanezca en el islote mientras ella sale  cada día el tiempo justo para alimentarse, antes de regresar de nuevo para cuidar de él alimentarlo.

Cada mañana, la cierva arriesga su vida cruzando dos veces el lago plagado de cocodrilos; una vez para salir al exterior y otra para regresar al islote. En más de una ocasión está cerca de caer apresada por las fauces de los reptiles, pero siempre consigue salir indemne porque de ello depende la subsistencia de su cervatillo

Pasan algunos días más y la cierva se encuentra con otro imprevisto: Su cervatillo, aunque es todavía pequeño para salir del lago con gsrantías de defenderse por sí mismo, ha superado el período de lactancia y necesita complementar la ingesta de leche materna con algo de pasto, por lo que debe salir del lago para alimentarse ella y, además, para traerle a su pequeño algo de hierva. Por lo tanto, cada día sale, come, y regresa hasta el islote sujetando un manojo de hierva entre los dientes.

La cierva, de milagro, consigue eludir un día tras otro la amenaza de los cocodrilos, hasta que su cervatillo es lo suficientemente grande como para salir con él del islote y volver a unirse a la manada.