Andiuz

No era el día señalado

Pensó que la mañana era colmena
de abejas y de pétalos,
y que en el tragaluz
había olvidado alguien sus promesas,
como olvida el paraguas
un despistado un día de tormenta;
cosas intrascendentes
porque no pasarían a la historia
de no haber sido cómplices extraños
de su oculto dolor.
Se quebraban los rayos de la luz
por los tejados rotos de parabólicas
que emitían quejidos
entre los alveolos
de un mundo hipnotizado al reír las máscaras.
Pensó que la mañana
traería un alijo de noticias
sobre luchas antiguas
y conquistas ansiadas;
y el celador le dijo que se cambiara
de ropa pues tenía día libre,
que cogiera el macuto dirección
al portal de los clavos,
puesto que ya no había
centinelas con vodka apuntando
el blanco de su espalda,
con espinas de rosas.
Seguro que era el día señalado
pero se equivocó
de hora.
Y se perdió su risa como el agua
se iba por las goteras.