Huir de la rima,
forzar la asimetría
y cuestionar las respuestas.
Caotizar el orden
en la expresión del alma.
Cuando el aullido inmutable
es prisión de mi naturalidad
que encerrada en la mente
vomita alegorías superfluas.
Mi ignorante mano
que es condenada al cuerpo
y juzgada por los ojos del muerto.
Mi etérea razón
obligada a cien días de sueño,
de apatía emocional.
Ah! lo esclavo que es mi cuerpo
a los deseos de otros ochenta cuerpos,
culpa de mi eterna empatía.
Oh! de los jueces de los que me rodeo
renegados a juzgar mi actitud opaca.
No al mi me conmigo
al que mis letras se encadenan,
por más que lo herrero que tiene la realidad
me abra los caminos.