Jehová nuestro Dios no tolera injusticias (2 Crón. 19:7).
En la vastedad del tiempo y el espacio, las leyes divinas se despliegan,
con justicia que no titubea, ni por riquezas ni por el poder se doblega.
En la mirada de Jehová, el Juez supremo, todos somos iguales,
sin distinción de rostro o rango, sus juicios son invariables.
No hay oro ni plata que incline su balanza, ni presión que su voluntad cambie,
ni la frustración ni los sentimientos su corazón perturbe o dañe.
Su comprensión, profunda y perfecta, abarca toda circunstancia,
y en su sabiduría infinita, hallamos nuestra esperanza.
Los antiguos escribas lo sabían, en sus textos lo plasmaron,
el perdón de Jehová, único y santo, en sus líneas lo adoraron.
Con palabras de reverencia, un término especial emplearon,
para el perdón divino, que solo a Dios atribuyeron.
Ese perdón, sublime y puro, que trasciende todo entendimiento humano,
es la gracia que solo Él otorga, al alma que se arrepiente.
No es como el perdón de los mortales, limitado y a veces mezquino,
es un perdón generoso y completo, que limpia el destino.
Solo Jehová, en su magnificencia, puede perdonar sin reservas,
y ofrece a cada corazón contrito, una paz que preserva.
Así, en su justicia y misericordia, encontramos el refugio verdadero,
y en su perdón incomparable, el amor más sincero.