Un árbol crece y eleva su dimensión agraria
sobre el asfalto caliente del verano.
El frío invierno junta muertos en las esquinas de los barrios,
y obreros indolentes, los tiran a fosas comunes que nadie visita.
Allí, estos muertos,
que han aprendido la vida en la adversidad completa,
suelen levantarse a buscar sus restos esparcidos
en las calles principales de la ciudad.
En noches de luna, se reúnen a contar sus historias:
¿cómo llegaron ahí?
¿Cómo el destino les trazó un recorrido con una mano tan oblicua?
¿Cuál fue la directriz de soledad que los despojo del afecto y los dejó varado
en las orillas de los lamentos y desprovistos de los mínimos para vivir?.
Ellos son los verdaderos olvidados,
que en esta página se han sublevado
declarándose sobrevivientes del tiempo
y aunque nadie los distinga
en mi página en blanco, seguirán naciendo…