Raiza N. Jiménez E.

A mi Padre y Madre.-

Sangra mi herida al saber que te has ido.

No creí que te irías de esa, cruel manera.

En verdad, nadie nunca me había herido.

Pongo límites al trato, y soy muy sincera.

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Las conductas rectas, a mi padre, las dejo.

Cierto que, con los varones, fue más duro.

Mis hermanos se quejaban de su consejo.

Con la pesquisa, al mayor ponía en apuro.

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Aún, evoco esas salidas domingueras a Misa.

Iba con sus cuatro hijas a oír ese fiel Sermón.

Era regio y combinaba, corbatas con camisas.

Él siempre fue, un decente y refinado, varón.

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¡Hoy su imagen sobrevive, en cada retrato.

En el gesto familiar y los recuerdos gratos!