Sangra mi herida al saber que te has ido.
No creí que te irías de esa, cruel manera.
En verdad, nadie nunca me había herido.
Pongo límites al trato, y soy muy sincera.
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Las conductas rectas, a mi padre, las dejo.
Cierto que, con los varones, fue más duro.
Mis hermanos se quejaban de su consejo.
Con la pesquisa, al mayor ponía en apuro.
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Aún, evoco esas salidas domingueras a Misa.
Iba con sus cuatro hijas a oír ese fiel Sermón.
Era regio y combinaba, corbatas con camisas.
Él siempre fue, un decente y refinado, varón.
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¡Hoy su imagen sobrevive, en cada retrato.
En el gesto familiar y los recuerdos gratos!