ANÉCDOTA NOCTURNA
Anoche, en una cantina y unas chelas,
me topé con un consuelo de lentejuelas.
Ella me preguntó por la llaga que brota;
dice que por los ojos se me nota.
Por no derramar lágrimas de macho,
de prisa, la risa entre penas desabrocho.
Desgrano la espina, de a poco y casi nada,
que aprieta el pecho, como una apuñalada.
Ella me interroga sobre mi cruel pasado;
por su insistencia, Yo me sentí acosado.
Pero pasamos largas horas sin cobertura,
donde me opuse a que me quitara la vestidura.
Pero llevo en mi pecho despecho y herida,
y le entregué todo mi silencio sin salida;
Ella, mientras, su dulce labio me besaba,
también cicatriz en el corazón llevaba.
Ella anda maquillada con exceso de sonrisa,
supongo que sus penas las lleva en su cartera;
pero yo no logro ocultar mi triste premisa,
pues mi tristeza se nota hasta en mi billetera.
Después de todo, casi el alma me desnuda;
yo le dije que no y le agradecí la ayuda.
Es bella de carne joven, mujer legítima,
sin embargo, me negué a su oferta íntima.
Porque es un amor de piel desconocido,
convertida en loba por el brillo del oro;
porque es una mujer sin apellido,
un antifaz con alma de cordero.
Corazón Bardo ©