Mi piel es vieja,
tan vieja como la de la serpiente
que mordió la vagina de mi madre
y envenenó el pene mi padre.
En sus poros profundos y transparentes,
la antropología de la célula revela
la luz desconocida
de la inmortalidad del mundo.
Después de la muerte, mi piel,
inocente y erótica,
sanará heridas mortales,
sudará lluvias intergalácticas
y renovará la faz del cielo.
\"Cuando era niño tenía alas\"
Por Humberto Gómez Sequeira-HuGóS
1991