Al colegio me dirigí,
en una mesa me senté,
observando lo que vi:
risas, bromas, felicidad,
mientras yo en soledad
me ahogaba en mi sufrir,
cuentan que otros tienen penas,
mas saben muy bien fingir.
Ellos ríen, juegan ya,
con amigos van a charlar,
yo en un rincón, solo estoy,
esperando un “Hola”, un “Voy”,
dudando si lo hacen por amor
o por deber de compasión.
En los recesos, el alma duele,
un anhelo que nunca muere,
con sonrisas que intento dar,
mientras el miedo vuelve a asomar.
Buscando un lazo que no hay,
una chispa que pueda brillar,
un refugio donde encajar
y, al fin, renacer en esta realidad.