Dicen que por la cumbre, a la montaña,
iba un rebeco en busca de buen pasto.
De pronto alzó los ojos y vio un vasto
valle verde y, en medio, una cabaña.
Allá se dirigió de buena maña
hasta que se topó con un canasto
de fruta fresca y sino, sí, nefasto,
pues lo guardaba ufana doña araña.
Díjole ella tras verlo tan hambriento:
-Reponga aquí sus fuerzas, gran señor.
Dignas son de su gloria, lo presiento-.
Y el rebeco probó. Por su interior
el veneno le ardía y, con tormento,
baló: \"No fíes del adulador\".
Miguel Ángel Miguélez
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