…Y entonces, algunas sombras llegan
de no sé dónde,
inevitablemente se acercan
y sus frías manos me ofrecen una copa de ginebra,
un cigarrillo taciturno
de esos de humareda fina en que se alarga
la memoria,
y un café monocorde, ensimismado
donde se asientan amargamente los huesos
cansados de tanta pesadumbre;
Luego se sientan alrededor a murmurar viejas
historias que atestiguaron
algún día en el cruce de la vida;
Ya cerca de la aurora se levantan con ligeros pasos
y al pasar muy cerca me murmuran:
“Se amable con la muerte...
¡No sabes cuánto trabaja…!
¡A veces le ayudamos, pero hoy solo pasamos
a saludar…!”