Fueron promesas de un noble político,
bellos discursos escritos con pluma,
dulces mentiras, palabras bonitas
hechas con letras azules o negras.
Esos señores de ternos oscuros,
que siempre gozan de tanto prestigio,
que se desplazan en autos costosos,
con billeteras de miles de pesos.
Mientras trabajo de Lunes a Sábado,
tengo un salario de obrero tan mísero,
y siempre pago los altos impuestos.
Mas yo les digo: ¡no quiero promesas
ni bellos cuentos de mil fantasías!
pues la lección aprendida ya está.
Jaime Correa
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