No hubo un presagio que me advirtiera
que de pronto mi dicha podría caer,
como caen las lágrimas con dolor
cuando la nostalgia deshoja el ayer.
Ni hubo un sueño lleno de certeza
ni ojos que todo lo pudieran ver,
y mi tragedia se abrió como una flor
y en silencio fue devorándome.
No existió un camino lleno de huellas
solo una soledad con una invisible red,
donde el aire envenenó a mi respiración
y todo fue un péndulo entre el mal y el bien.
Ahora es tarde. Ya caí en la tristeza
en la fragilidad de la cabeza a mis pies,
donde lo amargo me convida su sabor
y el tiempo al pasar va apagando a mi fe.
Todo está ardiendo en una única hoguera
donde todo de mí va a desaparecer,
y conmigo, en mis manos, solo un poema
con palabras de mi alma, que ya nadie va a leer.