Por las carreteras, a cielo abierto,
los ojos descuartizan
los nombres de las mujeres,
quebrantos de sombras,
procesión de luciérnagas
buscando la pureza,
camino de velas difuntas
que llevan al monte
donde hablan los buitres.
Instinto de supervivencia
en los agrestes bosques.
Desde la atalaya, la loba enrocada
defiende a sus hembras,
que hay hombres marchitos
que talan mujeres,
asierran sus cuerpos
y queman sus manos
clavadas al suelo
por donde se desgarra la adversidad
más allá del dolor frío
que conduce al olvido.