Consumidos, por el aroma celeste de la noche
Caí en sus brazos, profundo.
Ella me hablaba de sus desamores, yo un loco poeta le hablaba de mis desdichas en la vida, de mi triste desamor pasajero.
Desde entonces no nos hemos vuelto a ver, cuando en un abrazo rompimos las constelaciones del cielo, y la luna nos miraba con total desagrado.
Ella me recogió en un mar, como si fuera un pez y sus labios su anzuelo.
No logré besarla, aunque moría por hacerlo, me muero por el recuerdo, y en una copa sonríe el destino.
El calor y el aroma de su delgado cuerpo me arroparon esa noche, y su risa me conducía a los callejones del anhelo.
Hoy vago triste por esas calles, dónde quise quererte, pero no pude hacerlo.