Yeshuapoemario

“Mi justo vivirá por su fe”, y, “si se echa para atrás, él no será de mi agrado” (Heb. 10:38).

 

 

En el sendero de la existencia, donde la fe es la luz que guía los pasos del justo, se despliega un tapiz de convicciones firmes, tejido con hilos de esperanza y actos de confianza. No hay sombra que oscurezca la senda del que en su fe se ancla, ni duda que desvíe al corazón que en lo alto pone su mirada.

 

Porque el justo, en su fe halla el aliento, en su creencia encuentra fortaleza, y en cada prueba, en cada momento, su fe es la roca que permanece inquebrantable. No es la fe un mero susurro en el viento, sino un clamor que en el silencio resuena, un eco persistente que en el vacío de la incertidumbre, firme se sostiene.

 

Y si acaso el justo titubea, si en su andar se encuentra con la tentación de retroceder, que recuerde que su fe es el faro que lo guía, la promesa de un amanecer. Porque en la fe no hay retroceso, no hay vuelta atrás en el compromiso del alma, es un pacto eterno con Jehová, una alianza que ni el tiempo ni el olvido desgasta.

 

Así, el justo por su fe vivirá, no por la vista que a menudo engaña, sino por la certeza que en lo no visto se afianza, por la verdad que en lo profundo del ser se arraiga. Y aquel que en su fe se mantiene, que no se echa para atrás ante la adversidad, hallará gracia ante los ojos del Creador, y en su agrado encontrará la eternidad.

 

Porque la fe es el puente entre lo humano y lo divino, el lazo que une al mortal con lo inmortal. Es la fuerza que impulsa al justo a seguir adelante, a superar cada obstáculo, cada prueba, cada umbral. En la fe, el justo se eleva, se trasciende a sí mismo, se convierte en reflejo de una voluntad mayor, y en su caminar, deja huellas imborrables, señales de un amor que en su pecho arde con fervor.

 

Que el justo recuerde siempre que su fe es su escudo, su espada, su corona, que en cada batalla, en cada desafío, es su fe la que lo corona. Y si se echa para atrás, si olvida por un instante la esencia de su creencia, que sepa que aún en su tropiezo, hay un camino de retorno, una senda de redención.

 

Porque el justo, aun en su caída, es amado por su fe, por su valentía, y en el amor de Jehová, del que todo lo ve, encontrará siempre una nueva oportunidad, un nuevo día. Así, \"Mi justo vivirá por su fe\", y si se echa para atrás, aún en su error será guiado, pues en el corazón del Creador, incluso el paso más pequeño hacia adelante, es celebrado.