En cada alborada sempiterna, donde las preguntas se hacen más grandes que las respuestas.
Allí me enojo, desorientado.
Trato de agarrar puntos fijos, soliviantar al destino.
Paso de trenes, puentes resquebrajados, restos de un pasado inmenso, una estación sin movimiento...
La pulpa de la vida me es desconocida, un extraño tocando a la puerta.
¿Qué hago yo?
Si siento que no me rondan ya más telas.
Si los corazones me acusan de asesinato.
Si hay besos huidos de miedo.
Y las sábanas dejaron atrás su calor, su vuelo.