Me pregunto, ¿dónde estará el niño de ayer?
Ahora que los años han pasado,
terminó la Guerra Fría
y por sus fisuras se colaron
revoluciones y rebeliones,
engendrándose unas con otras.
En la moderna Zimmerstraße,
cerca del sitio donde la sangre de Peter Fechter
se volvió memoria,
ahora se alza un café-restaurante.
¡Oh, vibrante corazón
que aspiras a la piedra inerte!
Dime, ¿dónde está aquel niño
que jugaba a ser mayor?
Quiero imaginar
que se desocupó de la muerte
y jamás conquistó lo inútil.
En el peor de los casos,
esta noche escribe un poema para nadie,
desde la savia profunda de su sangre.
A veces sueño
que escapó de los oscuros pájaros,
que se alzó en su estornino vuelo
en la hora de la magia.
¡Ah, sibilante sombra de roble!
Tú que orquestas los sonidos,
llama con tus brazos a los pájaros del día,
haz que regresen sus matutinos cantos,
lanza a la hoguera el silencio de los injustos,
que se conviertan en centellas
y alumbren la noche
el día en que volvamos a casa,
regresa en el tiempo
y tráeme el eco de un latido infantil
que aún pueda reconocer,
que pueda detener esta esperanza
agotada por mi hastío,
que lleve consigo este mensaje:
Canta al tiempo que perdonas
para no morir en mi.
Managua, 6 de octubre de 2024.