El jinete de la decadencia y el juicio.
El sello de sal ha sido destruido,
terremotos aciagos desgarran el cielo,
el jinete se alza con su faz sin alma,
el infierno le sigue, voraz y desatado.
Le fue dada potestad sobre la tierra y más,
donde la espada destaja vertiendo sangre,
y las fieras clavan sus dientes en la desolación.
En la gloria avanza su sombra fatídica,
dos segadoras en sus manos, afiladas y mudas,
no hay aliento que detenga su paso implacable,
la Muerte, en su ataúd, trae desolación,
con ojos vacíos que todo lo devoran,
ni oro ni tributos detienen su llamada,
a borrar las risas, el fin arrastra consigo.
Su caballo pálido, un espectro en movimiento,
putrefacción del tiempo deja tras de sí,
sus cascos esqueléticos retumban en tierra marchita,
marcando el compás de un inevitable juicio,
donde la vida es despojada de su pulso,
y las esperanzas se desvanecen en el aire,
cómo mil gritos que nunca encontraron hogar.
En el abismo, ruina y peste son sus heraldos,
testigos de un caos que no se apiada,
la corrupción se cierne en una carnicería,
mientras los poderosos ignorantes a su destino,
la Muerte, implacable, se convierte en espejo,
reflejando la podredumbre de sus acciones,
y ahora sus espíritus gimen en el limbo de opresión.
Las almas, en turbación, se agitan en la bruma,
cada una arrastrando sus propios remordimientos,
la Muerte ríe con sorna profunda y cruel,
bien sabe que no hay excusas ni refugio,
su presencia es un recordatorio de la fragilidad,
de que todos, algún día, deberán rendir cuentas,
ante la inevitable balanza de su juicio final.
Mortalidad la amante caprichosa,
en un instante todo puede ser arrebatado,
entre risas y llantos, el legado se desvanece,
el peso del dolor ahoga sin clemencia,
las antiguas formas caen para dar vida a lo nuevo,
la frágil esperanza cede ante la desgracia.
En cada pantalla de cristal se refleja su cara vacía.
Galopa el jinete, dejando su estela de sueños rotos,
desnudando la existencia y la vacuidad
cada vida es un grano de arena en su mano,
las almas flotan como estrellas caídas,
y caen bajo el peso de sus propios remordimientos.
Porque al final, la Muerte solo despoja,
lo que ya estaba muerto, mucho antes de su llegada.
xElthan.